EL PADRE ED DOWLING










EL PADRE ED DOWLING

Aunque uno de los axiomas de A.A. es que para ayudar a un alcohólico se necesita a otro alcohólico, un humilde sacerdote católico que nunca había tenido problema con la bebida fue uno de los fundadores de A.A. en St. Louis, según cuenta Bill W. 
Este sacerdote era el Padre Edward P. Dowling, S. J., quien también llegaría a ser uno de lo primeros clérigos que apoyó a A.A. e hizo un esfuerzo personal para traer hombres y mujeres a la Comunidad a partir del año 1940. El Padre Ed se convirtió en amigo íntimo de Bill y también en el confidente que el co-fundador de A.A. necesitaba en los años en que se esforzaba por establecer la Comunidad y contender con sus propios demonios personales. ¿Qué tenían en común el Padre Ed y Bill W. y los otros alcohólicos a quienes trataba de ayudar? La respuesta puede ser: 

 a) Él sufrió, y
 b) Tenía pasión por ayudar a otros. Estos dos factores le guiaron en sus años de madurez. En sus años jóvenes fue un atleta pero luego se vio afectado por una artritis grave que le producía grandes dolores. También tenía sus obsesiones. Una de ellas era que fumaba un cigarrillo tras otro, hábito que finalmente logró superar(usando los Doce Pasos), y otra era que comía excesivamente de manera obsesiva. Aparte de estos problemas, él entendía el sufrimiento mental y emocional y a veces tenía dudas respecto a su capacidad para tener fe. Diría más tarde, “tengo la impresión de que si algún día me encuentro en el cielo ,será por haber huido del infierno.”El Padre Ed se sentía impulsado a ayudar a otras personas de una manera práctica que produjera soluciones positivas. Esto le atrajo inmediatamente a A.A. al enterarse de que estaba dando resultados a alguna gente del área de Chicago y tal vez pudiera ser útil para las personas de su ciudad natal St. Louis.

Los miembros de A.A. probablemente supieron por primera vez del Padre Ed cuando apareció una cita suya en la sobrecubierta del libro Alcohólicos Anónimos, en la novena impresión de la primera edición en abril de 1946: “Dios se resiste a los orgullosos, ayuda a los humildes. El camino más corto a la humildad son las humillaciones, de las que A.A. tiene en abundancia.” Esto no sólo presentó un firme principio espiritual, sino que sirvió además como una sólida aprobación a A.A., aunque no oficial, por parte de la Iglesia Católica. El Padre Ed, que creía que los pasos de A.A. eran también útiles para enfrentarse a otros problemas aparte del alcohol, agregó este comentario a su cita: “Los no-alcohólicos deberían leer las últimas nueve palabras del Paso Doce: ‘y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos.’”

Bill siempre marcó el comienzo de su amistad en una  tarde tormentosa de noviembre de 1940, cuando Lois y él estaban viviendo en un par de habitaciones del antiguo Club de la Calle 24 de Manhattan. Lois había salido aquella tarde y Bill, que no se encontraba bien y se temía que tenía una úlcera, estaba sintiendo un poco de autocompasión y algo de depresión por la forma en que marchaban las cosas en sus vidas y en A.A. No tenían un verdadero hogar, A.A. iba avanzando con dificultades con menos de 2,000 miembros en todo el país, y su economía estaba en un punto muy bajo. Se había publicado el Libro Grande pero casi todos lo 5,000 ejemplares estaban en un almacén y aún no se había pagado al impresor.

Bill se acababa de acostar cuando sonó el timbre de la puerta y el vigilante le dijo que un vagabundo de St. Louis estaba allí y quería verlo. “Ay Dios mío,” dijo Bill, “¿otro más? Y a estas horas de la noche. Bueno, dile que suba.” Bill describió su primer encuentro de esta manera: “Escuché unos pasos pesados en la escalera. Luego, le vi entrar en mi dormitorio, apoyándose precariamente en su bastón, llevando en sus manos un sombrero negro magullado, informe y empapado de aguanieve. Se sentó en una silla y, cuando abrió su sobretodo, vi su cuello de sacerdote. Se alisó con la mano un mechón de pelo canoso y me miró con los ojos más extraordinarios que jamás yo haya visto.” El sacerdote se presentó a sí mismo: “Soy el Padre Ed Dowling, de St. Louis.

Eran las 10 p.m. y el timbre del club  sonó. El hombre de mantenimiento fue a abril la puerta, y dijo " Otro vagabundo de St.Louis......Bill le dio la bienvenida. El hombre arrastro los pies hasta una silla de madera enfrente de la cama donde Bill estaba deprimido, donde Bill pudo ver en el cuello un alcillo de la Iglesia Romana.....

" Soy el padre Ed Dowling de St.Louis" dijo " un amigo jesuita y yo hemos estado estudiando la similitud entre los Doce Pasos, y los Ejercicios Espirituales de St.Ignacio"

      Un jesuita amigo mío y yo nos que damos asombrados por la similitud que hay entre los Doce  Pasos de A.A. y los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.” (Ignacio de Loyola, canonizado en 1622, fue el fundador de la Compañía de Jesús.)“Nunca he oído hablar de ellos,” dijo Bill, y esto inició una conversación cordial y animada. “Hablamos de un montón de cosas,” dijo Bill, “y poco a poco fui recobrando los ánimos hasta que finalmente me di cuenta de que este hombre irradiaba una gracia que llenaba el cuarto con una sensación de presencia. Esta sensación me impresionó intensamente; fue una experiencia emocionante y misteriosa. En años posteriores he visto muchas veces a este buen amigo, y ya sea que me encontrara triste o alegre, siempre me produjo esa misma sensación de gracia y de presencia de Dios.”

Así comenzó una amistad íntima que duró hasta el fallecimiento del Padre Ed en 1960. El Padre Ed se convirtió en el consejero espiritual de Bill y Bill fue el ideal del Padre Ed de un seglar inspirado que había creado algo que el mundo no había tenido hasta entonces. Nunca se ha explicado por qué el Padre Ed se presentó sin avisar a visitar a Bill tan tarde por la noche o si había llegado a Nueva York con el único propósito de encontrarse con Bill. En cualquier caso, se mantuvieron en contacto durante las dos décadas siguientes por medio de correspondencia continua, llamadas de teléfono y visitas personales según iba madurando su relación. Se dice que Bill recurría al Padre Ed en cada crisis que atravesó en su vida personal y en muchos de los conflictos y decisiones que afectaban a la incipiente comunidad de Alcohólicos Anónimos. Y aunque el Padre Ed era algunos años más joven que Bill, llegó El Padre Ed Dowlingser a ser como un padre para Bill, cuyo propio padre le había abandonado a la edad de nueve años. St. Louis siempre fue el hogar del Padre Ed, donde nació en 1898, en una sección de clase trabajadora de origen alemán conocida como Baden, pero los Dowlings no eran alemanes como sus vecinos. Sus abuelos paternos habían inmigrado de Irlanda en 1847, durante la escasez de la patata. La familia prosperó en St. Louis, y su abuelo paterno se convirtió en un terrateniente acomodado y miembro de la Junta Educativa de St. Louis. La madre de Ed era también irlandesa y tanto ella como su marido eran muy religiosos. Ed se crió en circunstancias acomodadas y era el mayor de cinco hijos.

Ed era de mediana estatura, gordito, con una nariz chata que le valió el apodo de “Puggy” (chato). Se graduó en una escuela parroquial y luego estudió en St. Mary’s College, de Kansas, donde fue el capitán y el “catcher” del equipo de béisbol.

 También jugaba en equipos semiprofesional en los veranos y fue lo suficientemente bueno como para poder presentarse a las pruebas de los Boston Red Sox y St. Louis Browns, aunque ninguno de los dos le ofreció un contrato. Tenía talento como escritor y fue reportero del St. Louis Globe-Democrat de 1917 a 1918, antes de servir como soldado en el ejército de los EE.UU. en la Primera Guerra Mundial. Asistió durante un año a la prestigiosa Escuela de Periodismo Medill de la Universidad Northwestern pero finalmente, en 1919, ingresó en el noviciado jesuita St. Stanislaus, de Florissant, Missouri. Fue ordenado en 1931 y pronunció sus votos como coadjutor espiritual en la Compañía de Jesús en 1936. En 1932 fue asignado a la Cofradía de Nuestra Señora, en la que pronto se integró en el personal de su boletín, The Queen’s Work. Dowling fue un prolífico escritor de artículos religiosos y utilizó sus talentos para divulgar el programa de A.A.

El Padre Ed supo de la existencia de Alcohólicos Anónimos en 1939 y asistió a su primera reunión de A.A. en marzo de 1940 en Chicago. Luego ayudó a algunos conocidos alcohólicos a entrar en el programa y para ese verano St. Louis ya tenía un grupo de A.A. en funcionamiento. Jack Alexander visitó este grupo cuando estaba preparando su artículo sobre A.A. que apareció en marzo de 1941 en el Saturday Evening Post y que ayudó a cuadruplicar el número de miembros de la Comunidad en menos de un año. Aunque algunos clérigos apoyaron con entusiasmo a A.A. en la década de los 40, el Padre Ed llevó su apoyo aun más lejos hasta lo que se podría llamar un apadrinamiento virtual. Una de las historias que circulan de aquel entonces es la de Carlos G., un abogado de Sioux City, Iowa, quien a principios de 1944 había perdido toda esperanza de recuperación. Se fue a St. Louis para morir y de alguna manera se encontró con el Padre Dowling, quien inmediatamente lo dirigió a A.A. Ya sobrio, regresó a Sioux City, formó el primer grupo de allí, y también llevó el mensaje a las comunidades de los alrededores. En una carta dirigida al Padre Dowling el 5 de febrero de 1945, Carlos indicó que el 24 de febrero se cumpliría un año de su encuentro con el Padre Ed y su comienzo en A.A. Muchas cosas maravillosas habían pasado desde entonces, dijo Carlos, incluyendo haber conocido a otro sacerdote que estaba ayudando a los A.A. de Sioux City. También habían recibido ánimos del Padre Edward J. Flanagan, el fundador de Boys Town (ciudad de los muchachos). Carlos incluso había conocido a Bill W. en Nueva York y estaba en contacto con hombres y mujeres de A.A. de varias partes del país. “Ha sido un año maravilloso, el mejor de mi vida,” dijo Carlos.

El Padre Ed le decía a la gente que A.A. era una buena cosa y que debían “venir y tomarlo,” y pronto empezó a pensar acerca de aplicar los Doce Pasos de A.A. a otros problemas. ¿Por qué no podrían reunirse las parejas de casados de la misma forma para tener charlas entre ellos?.

Esto le condujo a iniciar las Conferencias de CANA en 1942, un movimiento que llegó a extenderse por el todo el país. Aunque el nombre de CANA está asociado a una historia bíblica, significa también “las parejas no están solas.” CANA llegó a ser un movimiento con mucho éxito y el Padre Dowling hablaría en las Conferencias de CANA, utilizando los Doce Pasos, una vez al mes por el resto de su vida. También ofreció su apoyo y prestigio a otro movimiento llamado Recuperación Inc., que había sido formado por el Dr. Abraham Low para las personas con problemas mentales. Así como hizo con A.A., fue a Chicago para enterarse del programa Recuperación Inc. y fundó un grupo de esa sociedad en St. Louis en una de las oficinas de The Queen’s Work. 


El Padre Ed nunca tuvo miedo a compartir su propia humanidad con otras personas, y sin duda alguna esto le granjeó el cariño de muchos y le convirtió en una persona especial en A.A. y en la vida de Bill. Y si se pudiera destacar un momento de su amistad, fue cuando A.A. celebró su Segunda Convención Internacional en St. Louis en 1955, un evento que atrajo a miles de personas a esa ciudad y también marcó la ocasión en que Bill dejó su puesto y entregó las funciones de servicio a la Conferencia de Servicios Generales de A.A. Hay algunos que incluso dicen que Bill había hecho campaña a favor de celebrar la Convención en St. Louis porque era la ciudad del Padre Dowling y en ese momento se encontraba enfermo y tal vez no le sería posible viajar a otro sitio. El Padre Ed habló en esa Convención; su charla se encuentra en A.A. Llega a su mayoría de edad, páginas 252-258. Bill lo presentó diciendo: “De todas las personas que yo conozco, nuestro amigo el Padre Ed es la única que a la que nunca he escuchado una palabra de resentimiento o una simple crítica. Para mí ha sido continuamente un amigo, consejero, un gran ejemplo y fuente de gran inspiración hasta el punto que yo mismo no alcanzo a describir. El Padre Ed está hecho de la madera de los santos.” (Ibíd., p. 252)