El Mecanismo Terapeútico de Alcohólicos Anónimos : Dr.Harry M.Tiebout












Por Harry M. Tiebout, M.D.


Greenwich, Connecticut



(Tomado del American Journal of Psychiatry, de enero de 1944. Se trata del primer artículo del Dr. Tiebout con el tema de Alcohólicos Anónimos.)



Alcohólicos Anónimos es el nombre que se aplica a un grupo de ex – alcohólicos quienes, a través de un programa terapéutico que incluye un elemento definidamente religioso, han combatido con éxito el alcoholismo. Este grupo se deriva de los esfuerzos de un hombre, el Sr. “X”, quien en 1934 encontró una respuesta a su problema con la bebida, por medio de una experiencia religiosa personal. Él fue capaz de traducir esta experiencia en términos que podían ser comprendidos por otras personas. Desde entonces muchos alcohólicos han alcanzado la sobriedad utilizando este enfoque.



La labor de Alcohólicos Anónimos tiene tres facetas. Primero, el grupo tiene reuniones semanales en las cuales se comentan y se discuten las experiencias y los problemas. Segundo, a todos se les encarece leer el libro Alcohólicos Anónimos, que contiene los principios básicos y debe leerse para poder llegar a comprender el programa. Tercero, los miembros trabajan con otros pacientes que están haciendo su contacto inicial con el grupo. El ayudar a otros es una situación recíproca, puesto que no sólo se ayuda a los recién llegados en los primeros esfuerzos sino que también el patrocinador recibe ayuda, derivada de sus esfuerzos lo cual es algo esencial para su sobriedad permanente.



Las estadísticas en la oficina que tiene esta organización en Nueva York dicen lo siguiente:



5 recuperados al final del primer año.



15 recuperados al final del segundo año.



40 recuperados al final del tercer año.



100 recuperados al final del cuarto año.



400 recuperados al final quinto año.



2,000 recuperados al final del sexto año.



8,000 recuperados al final del séptimo año.



Alcohólicos Anónimos reclama una tasa de recuperación del 75 por ciento entre aquellas personas que ensayan realmente sus métodos. Esta cifra, aunada con su crecimiento impresionante, exige respeto y explicación.



Aunque soy un completo conocedor de los valores comunes en este grupo, de la ayuda que recibe cada miembro gracias a los esfuerzos que hace por ayudar a otras personas, y de la atmósfera general de esperanza y valor que emana de todas las personas que han sido tratadas con éxito, observo todos estos hechos, como accesorios ante la fuerza terapéutica central que es la religión, una verdad que espero se hará más clara al finalizar este capítulo, y una conciencia que se desarrolló a través de muchas entrevistas que he tenido con el Sr., “X”



Mi primer contacto con el grupo vino por medio de una paciente de treinta y cuatro años que había tenido bajo mi cuidado en Blythewood durante varios meses. Ella había sido alcohólica crónica durante muchos años y a pesar de su inteligencia, posición familiar y éxitos juveniles, había literalmente llegado al fondo, después de una permanente pérdida en su fortuna que la había dejado prácticamente en la ruina. Aunque yo no conocía una paciente que deseara más desesperadamente aliviarse y que cooperara con mejor buena voluntad en el tratamiento, los resultados eran muy insatisfactorios. Finalmente, se hizo evidente que ella poseía una estructura de carácter tal, que a pesar de sus buenos esfuerzos y mi trabajo, permanecía imperturbable y era claramente culpable de la continuación de su problema alcohólico. Un día llegó a mis manos una copia mimeografiada del libro Alcohólicos Anónimos. La leí, y encontré que contenía una descripción muy precisa del problema de carácter que yo había estado tratando en mi paciente. En un esfuerzo por ubicarla un poco, le entregué el libro para que lo leyera. Sorprendentemente se mostró tan impresionada que arregló su asistencia a una reunión de Alcohólicos Anónimos y muy rápidamente se convirtió en un miembro activo y exitoso del grupo. Aún más sorprendente fue nuestro descubrimiento de que con el proceso de asimilación de ese programa, su estructura de carácter que había estado bloqueando cualquier ayuda, se disolvió y se vio remplazada por una nueva estructura que le permitió a esta paciente permanecer abstemia.



Algo había tenido lugar bajo mi propia vista de lo cual no podíamos dudar y que no podíamos explicar como mera coincidencia. Me vi a mí mismo haciéndome la pregunta: ¿Qué fue lo que sucedió? Mi respuesta es que esta paciente había tenido una experiencia religiosa o espiritual. Esta respuesta, sin embargo, no mostró ser particularmente aclaratoria y por lo tanto me tomó mucho tiempo para empezar a precisar su significado real.



Antes de tratar de explicar cómo se desarrolló loa comprensión del significado del factor religioso, es necesario comentar la estructura de carácter que se había disuelto. Aunque existen muchas informaciones contrarias , existe también el reconocimiento creciente de ciertas cualidades comunes que se encuentran regularmente en los alcohólicos excepto aquellos que tienen una condición mental francamente subdesarrollada. La característica del llamado alcohólico típico es un sentimiento egocéntrico narcisista, dominado por sensaciones de omnipotencia, que intenta mantener a toda costa su integridad interior. Si bien estas características también se encuentran en otros desajustes, aparecen en su forma relativamente pura en todos los alcohólicos. En un cuidadoso estudio de una serie de casos, Sillman informó recientemente que en su opinión se podían discernir los esquemas de una estructura de carácter común entre los bebedores problema y que los mejores términos que se podían encontrar para ese grupo de cualidades anotadas eran al “individualidad desafiante” y la “grandiosidad”. En mi opinión, aquellas palabras fueron escogidas muy certeramente. Interiormente el alcohólico no acepta ser controlado por el hombre o por Dios. Él, el alcohólico, es y debe ser el dueño de su propio destino. Luchará hasta lo último por preservar esa posición.



Sabiendo que existe la presencia más o menos constante de estos defectos de carácter, es muy fácil observar la razón por la cual la persona que los posee tiene dificultades para aceptar a Dios y a la religión. La religión, por su exigencia de que el individuo reconozca la presencia de un Dios, constituye un reto a la naturaleza misma del alcohólico. Pero, por otro lado, y este punto es básico en mi artículo, si el alcohólico puede aceptar verdaderamente la presencia de un Poder Superior a él mismo, entonces, él, con ese simple paso, modifica por lo menos temporalmente y posiblemente en forma permanente su más profunda estructura interior y cuando lo hace sin resentimiento o reacción, entonces ya no es más un alcohólico típico. El hecho extraño es que si el alcohólico puede mantener esa sensación interior de aceptación, puede y podrá permanecer sobrio durante el resto de su vida. Para sus amigos y familiares, ¡ha logrado la religión! Para los psiquiatras, ha logrado una forma de auto hipnosis o como ustedes prefieran denominarlo. Sea lo que fuere que haya ocurrido en el interior del alcohólico, éste puede ahora permanecer abstemio. Tal es la argumentación de Alcohólicos Anónimos, y yo creo que está basada en hechos reales.



Volvamos a mi paciente y describámosla después de su experiencia en Alcohólicos Anónimos. En su estado original ella correspondía perfectamente a la descripción que hemos dado de la estructura de carácter alcohólica. Después de que Alcohólicos Anónimos empezó a actuar, los cambios en su personalidad se volvieron aparentes. La agresión empezó a disminuir materialmente, desapareció la sensación de estar desubicada dentro del mundo, y con ella se desvaneció la tendencia a sospechar de las motivaciones y actitudes de las otras personas. A esto siguió una sensación de paz y tranquilidad que fue disminuyendo la paz interior; luego los rasgos de su cara se ablandaron y se volvieron más amables y más comunicativos. Esa médula interior se había alterado lo suficiente para traer a esta paciente su abstención durante un periodo de cinco años.



¿Cuál fue la naturaleza de la experiencia que conmovió a esta paciente cuando se unió a Alcohólicos Anónimos? La respuesta es que alguna especie de fuerza religiosa o espiritual se despertó. El Sr., “X” afirma que el éxito del grupo con cualquier alcohólico depende del grado al cual llegue el individuo por medio de la conversión o la activación espiritual. Su propia experiencia fue de la clase abrumadora y tectónica que lo levantó de su desesperación y lo transportó a alturas de éxtasis alegre y feliz donde permaneció durante varias horas. Este estado fue seguido por una sensación de paz, serenidad y convicción profunda de que se encontraba libre de la esclavitud del alcohol. Afirma además que aproximadamente el 10 por ciento ingresan a Alcohólicos Anónimos bajo el poder de una experiencia similar. El restante 90 ciento que permanece sobrio alcanza los mismos resultados desarrollando lenta y mucho más gradualmente el lado espiritual de su naturaleza siguiendo los varios pasos del programa que ya hemos descrito. Según la experiencia de Alcohólicos Anónimos, la velocidad con la cual tiene lugar ese despertar espiritual no es un criterio de profundidades de aceptación o continuidad en la sobriedad. La entrega religiosa, aunque sea pequeña al principio, inicia este proceso; el programa ayuda a llevarla a una conclusión feliz.



¿Qué es entonces un despertar espiritual? Nuevamente la experiencia espiritual del Sr. “X” nos informa. Después de haber sido un hombre de gran energía, dinamismo y habilidad cuando tenía treinta años, se vio así mismo naufragando en la bebida. Por lo menos durante cinco años luchó con el proceso descendente en que se encontraba sin tener éxito. Dos semanas antes de su última permanencia en el hospital recibió la visita de un antiguo amigo alcohólico que había alcanzado la sobriedad a través del Buchmanismo. El Sr., “X” trató infructuosamente de aplicar las enseñanzas de su amigo y finalmente decidió tratar de adquirir la sobriedad ingresando a un conocido lugar de desintoxicación donde pudiera aclarar su mente y tener la oportunidad de ensayar las ideas de su amigo, en un estado mental libre de la obsesión por el alcohol. Se encontraba desesperado, deprimido, sin ánimo de luchar. Deseaba tratar cualquier cosa porque sabía que la alternativa que le esperaba era el hospital oficial o una vida de locura permanente. En la noche de su primer día de reclusión, recibió nuevamente la visita de su amigo quien una vez más le explicó los principios que le habían recuperado la salud. Después de que su amigo se fue, el Sr. “X” se vio sumido en una depresión aún más profunda, que él mismo describe como una “profunda sensación de melancolía y desesperación sin paralelo”. Repentinamente en esta agonía espiritual, lanzó un grito, “Si existe Dios que se me muestre ahora”. Y con este clamor empezó su experiencia religiosa. Él puntualiza, y yo creo que con toda razón, que solamente cuando logró sentirse totalmente humilde pudo volverse hacia Dios a buscar la ayuda que allí podía encontrar.



En otras palabras, a la luz de la propia experiencia del Sr. “X”, un despertar religioso o espiritual es un acto de dejar de confiar en la propia omnipotencia. La individualidad desafiante ya no sigue desafiando sino que acepta la ayuda, la orientación y el control del exterior. Y cuando el individuo abandona sus sentimientos vengativos y agresivos consigo mismo y con la vida, se ve abrumado por sentimientos fuertemente positivos tales como el amor, la amistad, la tranquilidad y la satisfacción, estado que es la antítesis completa de la intranquilidad e irritabilidad anteriores. El hecho significativo es que con este nuevo estado mental el individuo ya no se ve impelido a beber.



Una mirada más profunda al fenómeno del cambio espiritual proviene de otro paciente, cuyo caso desearía citar. Este es un hombre de unos cuarenta años. Proviene de una familia acomodada, y es el menor de varios hermanos, pero fue el hijo predilecto de una madre neurótica e hipocondriaca. Empezó a beber en su adolescencia. Casi inmediatamente aprendió a confiar en el licor para afrontar situaciones sociales, y a medida que los años fueron pasando, esta dependencia se volvió más pronunciada. Finalmente, después de una prolongada racha, fue internado en Blythewood.



Mostró ser un paciente sumamente sensible y dispuesto a reconocer su tendencia alcohólica, y se vio rápidamente interesado en Alcohólicos Anónimos. Después de permanecer en el hospital durante un mes, le dimos de alta convencidos de que ya podía manejar el problema. Después de un corto tiempo, sin embargo, empezó a beber nuevamente y cuatro meses después regresó al hospital tras varias semanas de bebida ininterrumpida. Nuevamente mostró su disposición para las entrevistas, pero ahora se hizo evidente de que estaba librando una tremenda batalla, batalla que era exactamente la misma que anteriormente había librado el paciente que hemos mencionado. Los defectos que ya hemos descrito se presentaban como barreras insuperables para la terapia.



Durante las semanas en que estuvimos discutiendo estos obstáculos, el paciente empezó a tomar bebidas esporádicas y finalmente se vio envuelto en una racha que sólo vino a terminar cuando lo trajeron de nuevo a Blythewood. Como es usual con todos los alcohólicos, cuando lo desintoxicamos se vio lleno de remordimientos, sentido de culpa, y una tremenda sensación de humildad. La personalidad desafiante había sido golpeada por los excesos de su propia conducta y, en ese estado, se encontraba firmemente seguro de que nunca más volvería a tomarse ni una copa. Al tercer día de su recuperación, sin embargo, me pidió durante una entrevista que yo tratara de hacer algo acerca de ello. Y cuando yo le pregunté a qué se refería con “ello”, me replicó, “Esa antigua sensación me está volviendo. Siento que me cierro de nuevo para alejarme de usted y de todo lo que ha acontecido”. La indiferencia a su problema, esa agresiva seguridad, la carencia absoluta de cualquier sentimiento real de humildad y culpabilidad, todos los defectos de carácter que habíamos llegado a identificar como el marco mental que lo conducía hacia la bebida se estaban haciendo presentes nuevamente para llenar las sensaciones, los pensamientos que le sobrevenían cuando podía emerger de su problema. Él sabía que si se dejaba sobrepasar por este pensamiento tarde o temprano volvería a tener una racha alcohólica. Se dio cuenta que en alguna forma debía aferrarse a las actitudes que había tenido tan pronto se vio desintoxicado.



Al día siguiente empezó su entrevista con esta afirmación: “Doctor, creo que ya lo tengo”. Continuó informándome que había tenido una experiencia la noche anterior. Denominó esta experiencia, a falta de un mejor término, “un despertar psicológico”. Lo que sucedió fue un rayo repentino de comprensión acerca de sí mismo como persona. Esto ocurrió más o menos a las once de la noche, y permaneció acostado pero despierto hasta las cuatro de la mañana ajustando sus nuevos criterios y tratando de comprender y aplicar este acontecimiento a su propio caso.



No es fácil reconstruir los eventos de ese periodo de cinco horas, aunque estos eventos constituyeron una experiencia importante en la vida de ese paciente que le dieron una apreciación básica de sí mismo como alcohólico. Más aún, por primera vez, pudo verse a sí mismo como siempre había sido, y adicionalmente pudo formarse la idea de la clase de persona que debería ser para poder permanecer abstemio. Aunque no se dio cuenta de ello en esa ocasión, había cambiado su punto de vista totalmente egocéntrico y subjetivo a una comprensión objetiva y madura de su propia condición y de su relación con la vida.



En retrospectiva, es aparente que el paciente se dio cuenta de su egocentrismo básico. Por primera vez le fue posible penetrar detrás de la fachada de sus convicciones y reacciones de defensa y observar que hasta ese momento siempre se había colocado en primer lugar. Prácticamente hasta entonces él no se había dado cuenta que existían otras almas, excepto cuando lo afectaban en alguna forma. Tampoco había tenido conciencia de que esas almas tenían existencias separadas, similares pero diferentes a la suya, y esto nunca se le había presentado con un aspecto de realidad. Ahora ya no se sentía el ser omnipotente que miraba al mundo únicamente en la relación que éste tenía con su persona. En vez de eso, pudo verse a sí mismo en relación con el mundo y pudo darse cuenta de que era sólo una pequeña fracción en un universo poblado por muchos otros individuos. Pudo compartir la vida con otros. Ya no tenía la necesidad de dominar y de luchar por mantener esa dominación. Podía ahora descansar y tomar las cosas con tranquilidad.



La nueva orientación puede ser mejor descrita con las propias palabras del paciente: “Bien doctor, usted sabe que he sido un fraude toda mi vida, pero eso nunca lo supe yo. Yo creía que estaba interesado en la gente, pero eso no era cierto. Yo no estaba interesado en mi madre como persona que estaba enferma. No me di cuenta que ella podía estar sufriendo como persona. Yo sólo pensaba en lo que me iba a suceder cuando ella se fuera. La gente me señalaba como un hijo ejemplar y cuidadoso, y yo lo creía. Pero nada de eso era cierto. Yo estaba simplemente ansioso de tenerla cerca porque ella me hacía sentir mejor. Ella nunca me criticaba y siempre me sentir que todo lo que yo hiciera estaba bien hecho”



En su intuición se empezaron a presentar nuevas ideas respecto a sus relaciones anteriores con la gente. Hablando acerca de ese punto, él comentó: “Como usted sabe, empiezo a sentirme más cercano a los demás. Puedo pensar en ellos a veces. Y me siento más cómodo con ellos también. Tal vez esto se deba a que yo ya no creo que ellos están en contra mía, puesto que ya no siento que estoy luchando con ellos. Yo creo ahora que inclusive puedo gustarle a la gente”



Podríamos citar muchas más frases acerca de sí mismo y de su relación con el mundo, pero sólo servirían para añadir pruebas de la manera de pensar de este paciente y de que por primera vez en su vida se habían vuelto totalmente objetivas. Este cambio hacia la objetividad, sin embargo, no es más que la mitad de la historia. Asociado con ese cambio, hubo una alteración igualmente sorprendente en el tono prevaleciente de sentimientos. En palabras que me hicieron recordar las del Sr., “X” en su experiencia espiritual, el paciente describió estas nuevas actitudes: “Me siento maravillosamente pero no parecido a como me sentía cuando estaba bebiendo. Es muy diferente de eso. Me siento calmado, no excitado y sin deseos de empezar a deambular. Estoy muy contento de quedarme quieto y no creo que vaya a preocuparme mucho. Yo estoy descansando, aunque me siento mucho más capacitado para afrontar la vida ahora de lo que nunca antes estuve”. Continuó diciendo, “Tengo ahora una sensación diferente respecto a Dios. No me preocupa la idea de que hay Alguien que maneja las cosas, ahora que yo ya no deseo manejarlas. En realidad, me siento contento de poder sentir que existe un Poder Superior que puede hacer que las cosas funcionen bien. Supongo que esto puede ser como el sentimiento espiritual de que hablan mis compañeros. Sea lo que sea, tengo la esperanza de que continúe puesto que nunca me he sentido tan sereno en toda mi vida”.



Con esta afirmación, el paciente manifiesta una actitud diferente hacia Dios, y muestra también que ha llegado a darse cuenta del hecho de que, cuando suprime el esfuerzo por mantener su individualidad puede descansar y gozar de la vida en una forma calmada, pero sumamente satisfactoria. Tales sentimientos son, como él mismo lo dice, claramente espirituales en su calidad, y él tiene razón en su apreciación, puesto que ha sido capaz de mantenerse abstemio durante un período de casi un año. El cambio hacia la objetividad y el tono distinto de sus sentimientos muestran ser lo que él necesitaba para permanecer sobrio. A pesar de su periodo relativamente breve de abstención, este paciente cree estar en un sendero mucho más firme. Hasta ahora, durante los periodos de abstención, él estaba constantemente luchando contra el licor. Ahora tiene paz mental verdadera, porque sabe lo que necesita para mantenerse pensando en forma sobria.



Hemos citado este caso porque representa a un individuo que sufrió una rápida reorientación psicológica, cuyo resultado fue una forma de vida totalmente nueva y diferente que implicó cambios en su actitud general. Aunque se puede cuestionar la permanencia de esta nueva estructura, no puede dudarse el hecho que la experiencia misma ha ocurrido.



De mucha mayor significación para los propósitos de este artículo es el hecho de que el paciente, como resultado de su experiencia, utilizó las mismas palabras descriptivas de sus nuevos sentimientos que usó el Sr., “X” después de su experiencia religiosa, así como también mi otra paciente después de que las actividades de Alcohólicos Anónimos empezaron a tener un sentido y a actuar en ellas. El Sr., “X” me informa que el 10 por ciento que tiene un rápido despertar, algunos lo alcanzan sobre la base de una verdadera experiencia religiosa y otros como resultado de un evento psicológico total, como le sucedió a mi paciente. El otro 90 por ciento llegan al mismo resultado en forma más gradual, como sucedió con la mujer que citamos anteriormente. Independientemente de la trayectoria por la cual se consigue ese resultado, no parece existir duda de que todos terminan en esta sensación de paz y seguridad, que ellos asocian con el lado espiritual de la vida. El componente narcisista en el carácter se sumerge, por lo menos durante una época, y en su lugar se presenta una persona mucho más madura y objetiva, que puede afrontar positiva y afirmativamente las situaciones de la vida sin buscar el escape del alcohol. Según el Sr., “X”, todos los miembros de Alcohólicos Anónimos que tienen éxito en su abstención, tarde o temprano se ven sometidos a un cambio en su personalidad. Ellos deben perder radicalmente el elemento narcisista; de lo contrario el programa de Alcohólicos Anónimos sólo puede actuar en forma temporal.



Permítanme hacer aquí dos observaciones adicionales. Primera, existe una gran diferencia entre el sentimiento verdadero emocional y religioso y la creencia vaga, escéptica e intelectual que aparenta ser una sensación religiosa en las mentes de muchas personas. Independientemente de la concepción final del Poder Superior, a menos que el individuo obtenga con el transcurso de tiempo un sentido de la realidad y la proximidad de ese Poder Superior, su naturaleza egocéntrica volverá a presentarse con intensidad creciente, y la bebida eventualmente ingresará nuevamente al cuadro. Segunda, que la mayor parte de los individuos que alcanzan finalmente el estado espiritual necesario lo hacen únicamente siguiendo el programa de Alcohólicos Anónimos y sin experimentar aun conscientemente el acceso repentino de la sensación espiritual. En lugar de ello, crecen lenta pero seguramente hasta un estado mental en el cual, después de que ha permanecido durante algún tiempo, pueden repentinamente reconocer que es muy diferente del que tenían inicialmente. Para su sorpresa, descubren que sus puntos de vista han tomado una coloración muy espiritual.



El efecto central de Alcohólicos Anónimos, es, por consiguiente, desarrollar en la persona un estado espiritual que le servirá como una fuerza directa para neutralizar los elementos egocéntricos del carácter del alcohólico. El paciente podrá permanecer abstemio, siempre y cuando ese estado se integre completamente en nuevo hábitos de vida. El Sr., “X” dice que su proceso de integración tiene lugar en un periodo de varios años y que si no hay cambios apreciables en la estructura de la personalidad después de seis meses, el ángulo espiritual sucumbirá probablemente para que retorne el ego alcohólico que ha estado sumergido. En otras palabras, a menos que el ímpetu religioso de Alcohólicos Anónimos efectúe un cambio en los componentes más profundos de la personalidad, la influencia del programa no es duradera. Es muy significativo que este cambio típico tenga lugar sin la ayuda psiquiátrica; sin embargo, tal como lo describe el Sr., “X” tiene características, que nosotros como psiquiatras, esperemos que se presenten en nuestros pacientes mejorados. Brevemente, él resume sus observaciones con estas palabras, “El alcohólico debe lograr objetividad y madurez o de lo contrario no permanecerá sobrio”



En conclusión, es mi opinión que el valor terapéutico del enfoque de los Alcohólicos Anónimos depende de la utilización que hace de una fuerza religiosa o espiritual para atacar el narcisismo fundamental del alcohólico. Al desarraigar ese componente, el individuo experimenta toda una nueva serie de pensamientos y sentimientos que tienen naturaleza positiva y que lo conducen en la dirección del crecimiento y la madurez. En otras palabras, este grupo confía en una fuerza emocional, la religión, para alcanzar un resultado emocional que consiste en el rechazo de la serie de emociones negativas y hostiles y la suplantación de ellas por una serie positiva en la cual el individuo ya no necesite mantener su individualidad desafiante, sino que pueda vivir en paz y armonía con su propio mundo, compartiéndolo y participando de él libremente.



Un comentario final. La psiquiatría actual se cuida muy bien de aceptar las curaciones puramente emocionales. Esas curaciones se consideran en suspenso, hasta tanto ocurra un cambio firmemente asociado entre la mente y el intelecto. Hoy se hace énfasis en el análisis que se basa en la mente para investigar las causas del fracaso y para alcanzar un estado de síntesis, que es realmente una condición emocional de liberación del conflicto y la tensión.



Se supone que, cuando se remueven y descubren las emociones que bloquean la mente y se liberan por medio del análisis, en su lugar aparecerán emociones positivas y sintéticas. Es igualmente lógico entonces, usar las emociones para cambiarlas y entonces, una vez que se ha obtenido el cambio, sacar a flote la mentalidad y el intelecto para que sirvan de anclaje al nuevo contexto de emociones dentro de la estructura de la personalidad. En cierto sentido, esto es lo que ocurren en Alcohólicos Anónimos; la religión actúa sobre el narcisismo y lo neutraliza para producir una sensación de síntesis.



Refiriéndose a su propia experiencia espiritual, el Sr., “X” la llama frecuentemente una “gran experiencia sintetizadora en la cual todo se volvió claro para mí por primera vez. Fue como si una gran nube se hubiera levantado y todo se mostrara con una indescriptible iluminación”.



Mi segundo paciente, al referirse a este punto dijo: “Me siento como si ya me hubiera integrado en una sola pieza. Y me siento unido en mí mismo, y no saliendo disparado en todas las direcciones simultáneamente”. Fue a la luz de esta nueva serie de emociones como el paciente pudo responder más satisfactoriamente a una conversación acerca de lo que habían sido sus dificultades previas y de lo que ahora podría hacer para evitar las complicaciones posteriores. Después de esta experiencia sintetizadora, estaba por primera vez dispuesto para llevar a cabo un trabajo honrado y decente de comprensión personal.



La lección para los psiquiatras es muy clara, en mi opinión. Aunque hemos tratado permanentemente con los problemas emocionales, nosotros que formamos un grupo que tiende a ser intelectual, desconfiamos muchos de las emociones. Nos sentimos un poco avergonzados y reservados cuando nos vemos forzados a utilizar esas emociones; y siempre pedimos disculpas a nuestros colegas, si sospechamos que ellos tienen razones para pensar que nuestros métodos son muy emocionales. Entre tanto, otros, menos apegados a la tradición, siguen adelante obteniendo resultados que nosotros no conseguimos. Es altamente imperativo para nosotros, como científicos de mentalidad abierta, observar objetiva y permanentemente los resultados que otros obtienen en nuestro campo de acción. Es probable que estemos más ciegos de lo que creemos.



(1) Este artículo fue leído en la 99ª reunión anual de la Asociación Siquiátrica Norteamericana ,en Detroit, Michigan, mayo 10-12, 1943